La crisis de los 28

Si ya pasaste los 30... lee y piensa en tu historia. Si todavía no llegaste, la información te será de utilidad. ¡¡¡Y si estás en medio del remolino...ánimo!!! Todo pasa Alrededor de los 28 años, la inexorable adultez comienza a asomar sobre nosotros. La promesa avasalladora que nos creíamos a los 20 ya se ha topado con la realidad y ahora la vida nos comienza a exigir como adultos. Las decisiones que tomemos tendrán consecuencias a largo plazo, y la sociedad nos avisa que ya es momento de dejar las concesiones adolescentes y aceptar los desafíos de la adultez: responsabilidad, dinero, esfuerzo, compromiso...... Todo cambia. Vertiginosamente y sin pedirte permiso, la vida actualiza las reglas del juego y sentís que el mundo que conocías comienza a dar vueltas. Para algunos, esta crisis está marcada por hechos trascendentes en su historia: casamientos, separaciones, nacimientos, muertes. Para otros, el asunto es menos público y los cambios se viven como un volcán que estalla para adentro, un proceso silencioso, pero no por esos menos contundente. Es una época donde los espejismos están a la orden del día: los grandes negocios, los sucesivos amores con garantía de alma gemela, la desesperación de "ellas" por ser madres, el aferramiento de "ellos" al gran sueño juvenil (la banda, la moto, el viaje a conquistar el mundo...). El conflicto (¿aparente?) entre la carrera y formar la familia propia, los amigos y la pareja. Podemos optar por ignorar los gritos de nuestro interior o el derrumbe de las estructuras y ensayar, con trucos diversos, a eternizar la adolescencia. Ese camino conduce indefectiblemente a transformarnos en seres inconclusos, danzando sin rumbo sin poder amigarse con el paso del tiempo, con enormes dificultades en consolidar proyectos a largo plazo, ya sea de orden económico o afectivo. Si en cambio, asumimos que ya gastamos las primeras fichas, echamos una mirada honesta y hacia adentro para evaluar donde estamos yendo, girando el timón, drásticamente si fuera necesario. El modo en que atravesamos esta primera crisis de la adultez (negación, postergación, indecisión, claridad y eficacia, etc.) será el patrón al que recurriremos sistemáticamente en situaciones futuras, de ahí su importancia. El premio por semejante decisión es nada menos que: LA LIBERTAD. Ser adulto es haber trascendido los mandatos familiares y los miedos infantiles. Es tener enfrente la posibilidad de dejar una huella en el mundo. Tu única vida, vos elegís como vivirla Según la mitología griega. Narciso, siendo un joven muy hermoso y vanidoso. desdeñó los amores de la ninfa Eco y de Aminias. Esta última, herida en su orgullo, lo maldijo deseándole que nunca pudiera poseer el objeto de su amor. El ruego se cumplió. Un día en que Narciso se inclinó en una cisterna para beber, vio su rostro reflejado en el agua y se enamoró de él. Quedó prendado de sí mismo y de continuo retornaba a la fuente para contemplarse. Así paso el resto de sus días. Agrega la leyenda que en ese sitio brotó una nueva flor, que recibió el nombre de su trágico protagonista, Narciso. Estudiemos un poco más la personalidad de los narcisos. La asociación americana de psiquiatría incluyó, en 1980, el narcisismo como un tipo de trastorno de la personalidad. La característica fundamental del trastorno narcisista es un patrón de comportamiento general de grandiosidad, necesidad de admiración y falta de empatía con los demás que empieza al comienzo de la edad adulta y que se da en diversos contextos. Los sujetos con este trastorno tienen un sentido grandioso de auto importancia. En ellos es usual el sobrevalorar sus capacidades y exagerar sus conocimientos, cualidades o belleza física, actuando en forma jactanciosa o presuntuosa. Se molestan cuando no reciben el elogio que esperan y creen merecer. Por lo común exageran sus logros y descalifican o subestiman el aporte de los demás. A menudo están preocupados por fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza o amor imaginarios. "Los sujetos con trastorno narcisista de la personalidad creen que son superiores, especiales o únicos y esperan que los demás les reconozcan como tales". Piensan que sólo les pueden comprender personas que son especiales o de alta posición. Frecuentemente, estos sujetos manifiestan una necesidad de atención y admiración excesiva. Procuran recibir halagos constantemente. En realidad, su autoestima es frágil, por eso están preocupados si hacen las cosas bien y de qué manera son vistos por los demás. Esperan ser reconocidos y se ponen furiosos si esto no sucede. Por ejemplo, pueden asumir que ellos no tienen por qué hacer cola y que sus prioridades son tan importantes que los demás deberían ser condescendientes con ellos, ayudándolos en su trabajo "que es tan importante". Estas exigencias, combinadas con la falta de sensibilidad con las necesidades de los otros, pueden acarrear la explotación consciente o inconsciente del prójimo y un profundo sentimiento de soledad Como se infiere de lo anterior, los narcisistas carecen de empatía y tienen dificultades para reconocer los deseos, las experiencias subjetivas y los sentimientos de los demás. Monopolizan la conversación en hablar de sus intereses y cuestiones personales todo el tiempo, sin darse cuenta de las necesidades e inquietudes de sus interlocutores. Por lo general, se impacientan y molestan con los otros cuando tratan sus propios problemas y preocupaciones. Estos sujetos suelen envidiar a los demás o creer que los demás los envidian a ellos. Pueden devaluar con acritud los triunfos y logros de los demás, en especial cuando esas personas han recibido reconocimiento o alabanzas por sus méritos. "Los comportamientos arrogantes y soberbios caracterizan a estas personas. Frecuentemente presentan actitudes esnobs, desdeñosas o altivas". La sociedad narcisista pretende congelar la adolescencia, rinde culto a la belleza, exorciza la vejez, idolatra el placer, vive en la efervescencia del encanto y la seducción. Pero hay un componente trágico en Narciso que no puede obviarse: la maldición de Aminías, la incapacidad para poseer el objeto de su amor. Narciso es un enamorado del espejo, una víctima de la cultura de la imagen. Su objetivo es intentar apresar la imagen de sí mismo en los otros y, por lo tanto, está condenado a la eterna insatisfacción. El absurdo de su vida sólo deja un sentimiento de vacío interior y la imposibilidad para sentir. Tal vez sea esta una de las respuestas al interrogante más acuciante de la psicología contemporánea: ¿POR QUE HAY TANTOS FRACASOS EN LAS RELACIONES DE PAREJAS Y TANTA DIFICULTAD PARA ENCONTRARSE? Con el trastorno narcisista tan propagado, los adultos-jóvenes se sobrevaloran; por lo que se les hace tan difícil ENCONTRAR A ALGUIEN APROPIADO. Estas palabras, tan frecuentes en la consulta clínica, encubre un drama profundo: no hay hombres o mujeres que estén a la altura de las expectativas de un narcisista. Estos seres, auto condenados a la búsqueda interminable, en realidad ya están enamorados de alguien: la imagen de sí mismos, idealizada e inalcanzable. Por eso jamás aparece el "Otro" que creen merecer. El abordaje del paciente narcisista es un gran desafío para el terapeuta, ya que es tal vez el cuadro clínico más difícil de ser asumido por el paciente. Y ya sabemos que, sin conciencia de enfermedad, ningún cambio es posible. Lic. María Inés Álvarez

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