Su majestad el adolescente
Es común, que consulten padres de adolescentes, preocupados por la dificultad en ponerles límites y en que los chicos acepten los mismos. La adolescencia es un periodo bastante turbulento en el desarrollo de todos los individuos, en el cual los chicos están estructurando su personalidad, buscando su definitiva "forma de ser", la que los determinará en el futuro como personas adultas. En esta búsqueda tratarán de encontrar sus propios valores, gustos, preferencias, modos de ver la vida y de resolver las situaciones problemáticas. Lo que a menudo sucede, en este intento del adolescente de afirmarse como un ser independiente, como un "individuo", es que se enfrentan a los valores establecidos, que casualmente suelen ser aquellos que representan sus padres. Entonces, qué hacemos..??? Como dijo hace muchos años, tanto como a principios del siglo XX, el viejo maestro Sigmund Freud, en este enfrentamiento generacional es fundamental que los padres no "abdiquen antes de tiempo". Con esta sencilla metáfora, el señor de la barba nos quiso decir que así como el rey no debe ceder el trono a su heredero "antes de tiempo", los padres no deben ceder poder ante sus hijos adolescentes, que aún no están preparados para ejercerlo. ¡¡¡No sabés lo bien que pasamos las vacaciones en Entre Ríos, las disfrutamos muchísimo!!! Cómo te envidio, vos porque no tenés hijos adolescentes. Yo tuve que ir a San Bernardo. Qué embole!!!! Seguramente en estos meses veraniegos habremos escuchado un diálogo similar al anterior. O lo que es peor, lo protagonizamos... Parece un tema sin importancia, pero la cuestión es: ¿Quién toma las decisiones que involucran a todo el grupo familiar? ¿Se llega a un acuerdo consensuado? ¿O cedemos ante la voluntad de "¿Su Majestad, el Adolescente” ...? Es mucho más común de lo que a primera vista parece, encontrarnos con familias en las cuales todos "bailan al compás" de los adolescentes. Esta situación es el resultado de una serie de circunstancias que se combinan de un modo muy particular. Existen padres que no quieren repetir los errores que sus propios padres cometieron con ellos mismos cuando eran adolescentes. Y por no caer en actitudes autoritarias suelen excederse y ser demasiado "blandos", permisivos por demás, cediendo autoridad ante la exigencia y presión de sus hijos. A esto sumamos que estamos viviendo una etapa histórica muy compleja, de crisis de valores, de cambio de paradigmas; en la cual todo lo relacionado con lo joven, lo nuevo, lo transgresor, tiene una fuerte valoración positiva, mientras que lo viejo, lo antiguo, lo estructurado, aparece con una valoración sumamente negativa. Todo el esfuerzo de la publicidad y de los medios de comunicación de masas está puesto en reforzar esta idea, transmitiendo valores éticos y estéticos de la adolescencia como imágenes y valores que son ideales a alcanzar. Por lo cual muchos padres se esfuerzan por no parecer viejos, anticuados, adoptando modas, costumbres, lenguaje y valores propios de la adolescencia. La dificultad se presenta en que los chicos que están atravesando esta etapa difícil necesitan imperiosamente de un adulto con el cual enfrentarse para poder estructurar su personalidad, que está en plena formación. Entonces, se produce una situación paradójica: En lugar de encontrar un adulto del cual diferenciarse y con el cual confrontar, se encuentra en su casa con una persona mayor que quiere ser "piola", "canchero", un par, un igual que le disputa su lugar de adolescente... Como un caso extremo que se vio esta semana en televisión, donde un señor muy sonriente decía: Si hago las mismas cosas que mi hija, ¿cómo le voy a decir “esto está mal” ...? A veces ella parece la mamá y yo el hijo... Una gran responsabilidad les cabe a los papás y mamás: Cumplir su función como tales. Y algunos modos de eludirla son: Padres que no están en todo el día y no quieren ser los Ogros que llegan a su casa y ponen límites. Madres sobreprotectoras que creen que el padre es muy severo y "dicen a todo que sí", desautorizándolo. Padres, en general, que creen que ya educaron a sus hijos, que ya son grandes y que "es su responsabilidad". Los adolescentes piden límites a gritos, requieren para su formación reglas claras, necesitan que un adulto juegue con ellos una imaginaria pulseada que les permita comprobar sus propias fuerzas. Tan simple como hasta donde pueden y hasta donde aún no... Por eso, Señores padres, hagamos caso al viejo Maestro: No abdiquemos antes de tiempo, no cedamos el poder. Aunque hacer esto nos de mucho más trabajo y aunque quedemos como "ortivas"... Lic. Roberto C González Psicólogo.
