Una gran paradoja: la depresión infantil

Por definición, parecen términos incompatibles: depresión (tristeza, apatía, pulsión de muerte), infantil (ebullición, alegría, pulsión de vida). Sin embargo, la depresión infantil existe y afecta a un 8-10% de la población menor de 14 años. CRITERIOS Y SÍNTOMAS Los expertos en el tema de depresión infantil, a través de numerosas investigaciones han llegado a la aceptación de los siguientes síntomas característicos y criterios de la depresión infantil: tristeza, irritabilidad, anhedonia (pérdida del placer), llanto fácil, falta del sentido del humor, sentimiento de no ser querido, baja autoestima, aislamiento social, cambios en el sueño, cambios de apetito y peso, hiperactividad, disforia e ideación suicida. Si bien las primeras investigaciones serias datan de los cuarenta: Akerson (1942); Spitz (1945); es recién en el año 1975 que la depresión infantil (DI) fue aceptada por el National Institute of Mental Health, como concepto y entidad psicopatológica. ¿POR QUÉ SE PRODUCE LA DEPRESIÓN INFANTIL? En la actualidad se admite una compleja interacción de distintos factores tanto de carácter biológico como social que sirven de base a la aparición de las distintas conductas normales y patológicas. Es necesario que se dé una cierta vulnerabilidad personal, familiar y ambiental que combinadas dan lugar a la aparición de una conducta desajustada. La depresión materna y/o paterna aparece claramente definida como uno de los factores de riesgo asociados al desencadenamiento de una depresión en el niño. Asimismo, los grandes cambios que impliquen pérdidas para el niño (divorcios traumáticos, graves peleas familiares, mudanzas repentinas o traumáticas, fracaso o no integración escolar) son factores de riesgo para la aparición de la depresión como patología. En cuanto a la escuela, sabemos que la localización precoz de cualquier deficiencia de aprendizaje en un niño y su pronta solución es imprescindible para lograr una situación de progreso normal y aceptable, eliminando así la posibilidad de trastornos afectivos que conlleven a la aparición de depresión infantil. ¿QUÉ SE PUEDE HACER EN ESTOS CASOS? No ignore los síntomas de alerta. Si sospecha que su hijo está deprimido, pase más tiempo con él. La confianza que genera el juego compartido es el gran facilitador del dialogo. Lea libros, dibuje, pinte, salga de paseo solo con el niño. Estos detalles son los que crean el clima facilitador de la confianza. Establezca y mantenga hábitos y rutinas: la sensación de seguridad de ir a la escuela en un horario, comer, bañarse, leer un cuento e irse a dormir arropado en su cama día tras día, va generando seguridad, estabilidad emocional y transmiten al niño la sensación de que "todo está bien", de que los adultos se hacen cargo de solucionar los problemas. Esté atento al stress. Tenemos tantos niños sobrecargados de actividades: escolares, extracurriculares, deportivas, religiosas.... Además de las 9 horas de sueño, son imprescindibles 3 o 4 horas diarias "libres", de ocio, para jugar. Y pensar que las tiene todas juntas el fin de semana ...es similar a no darle alimentos durante la semana y atracarlo el sábado y domingo... Busque tratamiento. En el caso de que su hijo de edad escolar comience a aislarse, a hacer comentarios negativos sobre sí mismo, a no dormir o a dormir excesivamente. Si elige sistemáticamente "finales tristes" para sus composiciones. Si no logra amoldarse a los requerimientos escolares. Si sufre una regresión (se hace pis encima o habla como bebé). Si habla de escaparse de casa o de suicidarse. Si alguno de estos síntomas permanece por 2 semanas o más, es conveniente hacer un psicodiagnóstico, que determinara con precisión que está pasando con la psiquis del niño. Un diagnóstico profesional y el abordaje a tiempo son básicos para la calidad de vida del paciente y prevén males mayores en el futuro. Lic. María Inés Álvarez

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