De grandes chicos

Freud solía comparar al tratamiento con un juego, refiriéndose a este, por una parte, como un conjunto de reglas a seguir y por otra a la actuación o representación que allí se produce, por lo cual, el terapeuta debe dar las condiciones para que el paciente pueda hacer "una puesta en escena". También será para él "jugar" la creación poética a la que llama "juego dramático". Esto me hace recordar algo que decía Pirandello, quien sostenía que al empezar una obra los personajes venían a buscarlo para que él les escribiera un drama a representar Si hago esta introducción mostrando el parentesco entre Psicoanálisis, Juego y Literatura es porque en mi oficio, muchas veces asisto a la asombrosa experiencia de recibir personas que vienen a que se las ayude a escribir una "versión" distinta del drama que sienten que "les toca" representar. En muchas ocasiones llegan apremiadas por un dolor que las hacen protagonistas de auténticas tragedias, en otras, "enredadas" en grotescos pasos de comedia, que no por aparentar una menor gravedad, carecen de un intenso padecimiento. Todos traen en la mano un libreto de misteriosa autoría que pareciera designarles un rol fijo en una determinada escena repetida. Si son neuróticos el resultado será la "queja" sostenida en la creencia de que, en el reparto de papeles, "el otro" (padres, pareja, Dios, jefe, etc.) le asigno la peor parte. Cuanto más neuróticos más atrincherados estarán en esa creencia, tanto, que incluso pueden apostar su vida en la espera de que un cambio venga del otro: espera con igual ilusión que un niño espera la llegada de los reyes magos. "Lo infantil", en un adulto se alimenta de esa ilusión, complicando así su existencia en el mundo, ya que la misma no lo exime (ni a él ni a los otros) de sus responsabilidades como adulto; "lo infantil" es distinto a "la infancia", momento en la vida de una persona en la que es necesaria la ilusión de creer en los reyes magos. En este punto, vuelven a mi recuerdo, los dramas de dos personas que "buscan" ser escritos: el caso de un niño "adultizado" y el caso de una "adulta aniñada". El: "Al sol dio mucho calor". En nuestro primer encuentro él viene actuando el "loco" grande que todos dicen que es: deambula y gira por el consultorio repitiendo diálogos imaginarios sobre diferentes temas adultos. La única vez que se dirige a mi es para advertirme que el viene a jugar (quizás, como para que no me confunda y lo trate como algo distinto de lo que es, un chico). Sin embargo, cada acercamiento mío para ofertar un juego es ignorado. Con sus 6 años "monologa" en inglés y explica complejas teorías matemáticas, pero no puede hacer lo que hacen los demás chicos a su edad, jugar y aprender a leer y escribir. (De hecho, no sabe agarrar un lápiz para escribir su nombre) Además, lleva una vida bastante "accidentada" (se cae y lastima con frecuencia) En un principio, el juego será por su lado, "hacerse esperar", y por el mío esperarlo, a que apareciera. Pasó un tiempo hasta que un día, la caída azarosa de unas lapiceras, Ilaman su atención sacándolo del aislamiento. Aprovecho ese interés y digo "MAGIA". Su respuesta será la risa y una invitación a jugar. -"¿Dale que hacíamos magia?". La magia es tan poderosa que hasta podemos hacer como que nos caemos (que es tan distinto a caerse de verdad), ya que la ilusión que abre el espacio lúdico protege de cualquier riesgo. Sugiere entonces juegos y más juegos en los que se tejen historias de "escapes" Pere Qué escapes estaba él ensayando en sus juegos. A mi criterio, de lo que se quiere "escapar" es de la responsabilidad de tener que sostener "un lugar de adulto" en el que se lo intenta instalar. Jugar le posibilita ubicarse como "un chico"," atendiendo a las preocupaciones que le son propias como la escuela y relacionarse con los pares (prueba, es la mejoría que tuvo) En uno de los últimos encuentros cuenta que mientras esperaba para ser atendido, pensó una poesía para regalarme. Saca lápiz y papel del bolsillo y, ante mi sorpresa, escribe: "AL SOL DIO MUCHO CALOR" ELLA: "Una princesa disfrazada de mendiga". La primera vez que la veo, la encuentro acurrucada en la cama de un hospital; esboza una sonrisa temerosa mientras cuenta tímidamente, "como dejó de mover las piernas". Los estudios médicos muestran que no hay causas orgánicas que le impidan caminar, sin embargo, ella no camina desde hace dos meses. La pregunta que se imponía era, ¿Cuáles eran las piernas que ella no podía mover? La paciente tiene 24 años, pero en la "escena" aparece como una nena que pide caramelos, que la bañen, peinen, vistan y hasta que le den de comer, pedidos que son respondidos por su entorno conmovido por el desvalimiento que manifiesta. El relato de su padecimiento se remonta a la muerte de su madre ocurrida durante la adolescencia, momento en que ella tenía que salir al mundo. Entonces siente que se queda paralizada, "no puede avanzar" se queda inmóvil, allí comienzan las primeras "molestias" en las piernas, (Freud decía que la histeria usa el cuerpo como escenario para dramatizar una idea": ¿Serian, en este caso, las "piernas" el escenario para dramatizar la idea de no "avanzar" en el desarrollo hacia su vida adulta?). La posterior enfermedad del padre que la obliga a hacerse cargo de responsabilidades para las que aún no se sentía preparada, y cierta "historieta amorosa" en la que no puede "sostenerse" como una mujer, le dan el último empujón para que "caiga" agravando el cuadro y motivando su internación. Tocar esos temas amorosos le permite abrir otro juego en el que pueda hablar "cosas de mujeres y ubicarse en una escena en la que la "nena" quede afuera, sacándola de esa "inmovilidad" en la que se encontraba (se levanta de la cama y empezamos a tener entrevistas "fuera" de la sala de internación). Como la paciente fue dada de "alta médica", no pude seguir atendiéndola. La última vez que la vi., iba caminando apoyada en un bastón, me pregunté si estaba curada... Diría que solo estará curada cuando la verdad de su "no avanzar" termine de decirse, sino, esa verdad buscara "otro escenario para hacerse escuchar (es lo que se denomina "desplazamiento del síntoma", desaparece uno y aparece otro) "Príncipes Disfrazados de Mendigos": así llama Freud a los síntomas porque suponía que la verdad de lo que se dice aparece bajo la singular forma de un disfraz. Lic. Viviana Valenti Psicóloga Almafuerte

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