¡¡¡Dos Rayitas Positivo!!!

¿Qué es ser padre? Aquí es donde lo legal y lo psicológico se bifurcan Si una persona (o su madre) puede probar mediante ADN, que es hijo de alguien, automáticamente recibe todos los derechos inherentes a esto: apellido, herencia, protección económica, etc. etc. ¿Pero qué pasa con las emociones? ¿Con el proceso psíquico? ¿Debería uno ser forzado a “amar un hijo suyo que no eligió tener? ¿Y en ese caso es posible forzar al amor? El caso Julián Julián tiene 17 años, dejó el secundario este año "por vago", y se presenta a consulta llegando tarde y con aspecto desganado. ¡Indagado acerca de su motivo de consulta, dice que “la novia está embarazada” ...y “es un bajón!" Su condición inicial podría definirse como confusional, con emociones fluctuantes: alegría, miedo, culpa, algo parecido al orgullo, enorme incertidumbre acerca de cómo seguir con la propia vida: los estudios, los amigos, etc. La relación de un hijo con sus padres se construye en base a momentos de conexión. Este punto es importante porque si alguien "cuida al bebe" mientras mira el partido, no logra conectar afectivamente con él. SOLO A TRAVES DEL JUEGO, EL CANTO O ALGUNA ACTIVIDAD COMPARTIDA el vínculo toma sentido. Desde este punto de partida, el deseo original es solo un elemento más en la efectividad de la relación; esto quiere decir que, si alguien no esperaba a ese hijo, se enojó con la noticia del embarazo, se desesperó deseando que esto no hubiera ocurrido; la situación igualmente puede revertirse. El caso Romina Romina (32 a) llega a consulta con Matías, de 4 meses. El motivo que los trae es que el niño no aumenta de peso lo suficiente y el pediatra no Romina es médica infectologa, jefa de servicio en un hospital escuela. Está encuentra motivos orgánicos que justifiquen el síntoma. Casada hace casi 10 años. Con su marido y un poco por la presión familiar, consideraron que "ya era momento" de ser padres y "escribieron a Paris" Romina se muestra muy angustiada. Siente "que el tiempo no le alcanza para nada". Se encuentra librando una dolorosa lucha interna: su éxito profesional, las obligaciones reales que asumió antes del embarazo y la necesidad personal de comunicarse amorosamente con su hija. Lloro. Lloró mucho por lo que dejaba. Trató de encontrar la dimensión genuina de sus deseos excluyentes. Al fin pudo tomar algunas decisiones: abandono un proyecto laboral que lideraba desde hace años, manteniendo solamente sus pacientes particulares, decidió no amamantar más porque la presión de los horarios la hacía ofrecer a su hija un pecho tenso, enojado y exhausto. Trabajó internamente con conciencia y responsabilidad. En concordancia con esto, cuando alguien desea su primer hijo, muchas veces no tiene idea de lo que desea, porque después de la conmovedora escena familiar de comunicar la noticia, del romántico embarazo y del encantador ajuar, los padres novatos se chocan brutalmente con ese ser que ni siquiera sostiene la cabeza y que llora sin parar. Quiero decir con esto, que un hijo planificado implicará menos esfuerzo logístico, ya que hay todo un cúmulo de necesidades satisfechas y un lugar que lo está esperando para recibirlo y mantenerlo, pero que esto no significa garantía de una vida sana y exitosa para el pequeño y mucho menos de plenitud y gozo para sus padres. Lo mismo aplica a la inversa, un embarazo que no se esperaba generara más esfuerzo inicial, pero a partir del nacimiento el desafío queda planteado para ambas situaciones. Acá es donde se inicia el trabajoso camino de escucharlo, velar por el día y noche, ayudarlo a crecer tomando las decisiones para su vida que creemos convenientes, librarlo de todos los peligros reales e imaginarios...y llevarlo hasta una adultez plena (Un recorrido de ...apenas 30 años). Y el esfuerzo no menor de ceder espacios, protagonismo, tiempo personal y gustos propios para que el recién llegado se despliegue. A eso lo trajimos al mundo. Lic. María Inés Álvarez Psicóloga (UBA)

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