Los niños y la televisión

"SHHH!!! ESTOY VIENDO LA TELE..." Televisión era la de antes, dicen muchas veces las personas mayores, cuando se sientan junto a sus hijos o nietos a ver alguna de las series actuales y apenas pueden comprender el título del programa. Lo mismo sucede cuando pretenden competir con ellos en algún video juego o llevar a los niños al cine a ver el último estreno. Y así, arremeten con el argumento de que la televisión y los juegos electrónicos son "perjudiciales" para los chicos. La televisión, sin duda alguna, ha sido uno de las invenciones tecnológicas que marcó un hito en la historia de los medios de comunicación. No existe distinción, llega a ricos y pobres y precisamente por tener la facilidad de llegar a la mayoría de la población se ha transformado en un arma de doble filo. Y mucho se ha hablado y se debate de su función e impacto dentro de la familia y la comunidad En este sentido, hay quienes sostienen que es un aparato a través cual sólo se venden "ilusiones o "versiones de una realidad y que ignora complemente otras". Sus detractores afirman que "retrasa el proceso de evolución (especialmente en los niños)" y que es "un freno a la imaginación". Sin embargo, para sus defensores, los medios de comunicación actuales y la cultura popular no son tan "malos" como se dice, sino que, por el contrario, nos hace más inteligentes. Por lo tanto, quien escribe, te propone como comunicadora social no centrarse exclusivamente en la crítica negativa a sus contenidos. No sería realista ni inteligente; va a seguir estando ahí, y ofreciendo emisiones de interés para todos. Lo cierto, es que, según diversos estudios, ver televisión es la segunda actividad a la que dedican más tiempo los jóvenes, después del sueño. Teniendo en cuenta los fines de semana y las vacaciones, los estudiantes pasan más horas viendo la televisión que en clase. Desde muy pequeños nos encontramos expuestos a una serie de imágenes y a un determinado vocabulario que ejerce una cierta influencia sobre nosotros, debido a las características psicológicas y madurativas que nos ofrecen. "Hay que sacar el televisor de la habitación de los niños", dice el pediatra Victor Strasburger, jefe de la División de Medicina Adolescente del hospital de la Universidad de Nuevo México, en Estados Unidos, y autor de más de 120 investigaciones y ocho libros sobre los efectos de los medios en el desarrollo infantil y adolescente. Según el especialista "los padres aún no comprenden cuán poderosa puede ser la televisión como maestra, que seguramente desaprobarían en la escuela. Les enseña a sus hijos comportamientos agresivos, uso de drogas y sexo explícito. Por lo tanto, si no hablan con sus hijos de sexo, del consumo de drogas o de la violencia, lo hará la televisión, pero de manera poco saludable. Y hoy los padres no están haciendo nada para evitarlo". De acuerdo a los últimos estudios sobre la percepción infantil, se demuestra que los chicos menores de 8 años tienden a pensar que lo que la pantalla les presenta es de la forma en que los adultos se comportan en la vida real. Es decir, por ejemplo, que no comprenden que, si una persona le pega a otra en el mentón, puede quebrarse la mano, aunque no suceda en la pantalla. Otras investigaciones muestran que los programas educativos de calidad ayudan a los niños a aprender, y que el objetivo de estos estudios no debe ser demonizar la televisión, sino ayudar a los padres a utilizarla como instrumento educativo: El contenido es mejor indicador de resultados que el simple hecho de mirar. La UNESCO propone como criterio, que el niño no esté más de una hora y media por día frente al televisor, y siempre y cuando sean programas elegidos por los adultos con actitud crítica. NI BUENA, NI MALA: TODO ES CUESTIÓN DE MEDIDA De esta forma, los medios de comunicación están para que hagamos un uso racional de ellos, para extraer en cada momento aquello que va a contribuir a nuestro bienestar, que enriquezca nuestros conocimientos o nos entretenga satisfactoriamente, conforme a nuestros criterios de exigencia. Y también sirven para la evasión después de una jornada de trabajo o estudio, dejando que imágenes y sonidos nos envuelvan y trasladen a un mundo diferente de nuestra cotidianeidad, a menudo cargada de cansancio, monotonía, preocupaciones y tensiones. Aquí es donde padres y educadores deben asumir un papel importante, ya que, deben ayudar a sus hijos/as a comprender lo que supone la experiencia de ser telespectador. Se trata de enriquecer sus experiencias, pero sin negarla; de facilitar una lectura reflexiva y crítica, pero sin eliminar el placer sensorial y emocional. Aquí van algunos consejos: Pensar acerca de la edad del niño y escoger qué tipos de cosas queremos que vea, aprenda, e imite. Buscar programas que: -le enseñen algo, mantengan su interés, lo alienten a escuchar y preguntar, -lo ayuden aprender más palabras, lo hagan sentir bien acerca de él mismo, y lo introduzcan a cosas nuevas. Limitar el tiempo permitido para ver Tv. De esta forma que no corte en actividades importantes en la vida de un niño como leer, jugar con amigos, y hablar con los miembros de la familia. Ver la TV con el niño cuando se pueda. Hablar con él acerca de lo que se ve. Contestar a sus preguntas. Apuntar a aquellas cosas en la televisión que son partes de su vida diaria. Cuando no se pueda ver la TV con él, mirar de vez en cuando lo que él está viendo. Hacer preguntas después de que el programa finalice. Ver lo que le emociona y lo que le molesta. Averiguar lo que él ha aprendido y ha recordado. No imponer restricciones muy severas por el uso de la Tv. No por ello se va a aumentar su afición a los libros o al deporte. La TV forma parte de su vida. 6 Ofrecer planes atractivos, para que comprueben que se pueden hacer cosas distintas (y más divertidas) que ver la TV. En definitiva, la TV no es buena ni mala en sí misma. En cualquier caso, es un medio de aprendizaje que, bien guiado, puede ser un instrumento valioso. El uso que hagamos de ella lo convertirá en conveniente o no. La propuesta es que ejerzamos nuestra libertad de elección. Pero no la convirtamos en sustituta de los encuentros con nuestros amigos, de los paseos o el deporte, ni de tantas otras cosas que podemos y sabemos hacer, y que nos deparan más satisfacción que ver la TV, aunque resulten menos cómodas que sentarse frente a la pantalla. NOTA: KARINA VIMONTE

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